Recuerdo muy bien el lugar donde crecí, un lugar tranquilo y
de clima cálido, atrapado entre las cordilleras occidental y central de mi
país, bañado por el rió la vieja el cual serpentea cuesta abajo hasta poder
unirse al Cauca. En sus laderas es muy fácil encontrar a los agricultores
sembrando café, caña de azúcar o criando ganado, entre estos cultivos juegan
diversos animales de diferentes especies nativas propias de la región. Pues
bien, un día cualquiera de octubre se encontraba un pequeño guatin corriendo
por un cultivo de maíz que estaba a punto de ser cosechado, escarbaba por allí,
dormía por acá, y saltaba por allá. Parecía ser que se encontraba muy feliz,
desde donde me encontraba era fácil
observarle recorrer todo aquel maizal sin preocupación alguna. Pero muy cercano a aquel cultivo se encontraba también
un chico aprendiendo a cazar, llevaba dos perros guía los cuales olfateaban
todo a su paso buscando entre la maleza algún botín valioso con el que volver a
casa. Algunas veces les había visto merodear
en las tardes calurosas, pero al parecer nunca habían tenido
suerte, sin embargo este día podría ser
la excepción…
Vi como lentamente el pobre animal se acercaba al área donde
estaba aquel loco con su cañón amenazando la espesa hierba, buscando sin cesar
como si hubiera un tesoro oculto, los perros estaban sentados, quizás del
cansancio y la alta temperatura del ambiente, ¡de pronto! Y como un error fatal
se escucho el crujir de ramas secas, los perros agudizaron su atención hacia el
terreno de donde provenía y empezaron a gruñir y a ladrar sin cesar,
prontamente el perseguidor comenzó a correr cuando pudo observar que algo
corría entre las matas de maíz ya casi secas. Lanzo sus ordenes a los mastines
quienes no dudaron en correr también tras de la presa, la cual corría hacia el
único lugar posible donde sabría que tendría salvación…los guaduales.
El perro más joven instintivamente rodeo por detrás la pendiente
para cerrar el paso del animal, corría como loco y su lengua salía largamente de
su boca, el cazador continuaba marchando detrás del guatín, siguiéndolo muy de
cerca gracias al terreno plano por el cual estaban transitando aun, adelante
suyo el perro más veterano de color negro estaba por alcanzar el agutí, daba
grandes zancadas que le permitían prácticamente
“respirarle en la nuca”. A pesar de ser un gran corredor, el roedor
contaba con la desventaja del terreno, pero estaba por llegar a un gran
guadual que se mecía de un lado a otro
por el viento de la tarde que se empezaba
a transformar de a poco con el correr de los minutos en noche.
Gran desilusión mía fue el ver como antes que el guatín
llegara a su guarida, el perro que se había adelantado se cruzo en su camino,
mordiéndole por poco, pero gracias a su avidez, el “chico” pudo evadirlo,
corrió entonces hacia la orilla del rio, prácticamente encerrándose a si mismo
junto a un gran árbol de caracolí, solo atino a detenerse y respirar, sin saber
que hasta allí había podido llegar sus tres verdugos. A cinco pasos del agutí
el cazador le apunto con su arma, de doble cañón, muy precisa porque era de gran alcance y tenia munición de
perdigones, dio un paso más, y noto como el corazón del animal latía tan rápido
que se notaba que necesitaba respirar rápidamente. Los perros ya no ladraban,
tan solo rodeaban su presa gruñendo con
rabia esperando la orden de acabar con él. Un nuevo paso, ya casi que podía
tocar con su arma al animal, en ese preciso momento vi como estaba por jalar
del gatillo, no pude aguantar más, sentía que debía hacer algo, ¿pero qué?
Estaba muy lejos y no tenía nada con que defender aquel pobre guatín, entonces
solo atine a hacer lo que es preciso en estos casos…grite fuerte, tan duro como
mis pulmones me permitían hacerlo –señor ¿acaso no sabe que en estos lados no se
puede cazar?
Sin saber de dónde provenía aquel grito aquel joven miro
hacia todos lados tratando de descifrar quien le había descubierto en su faena
ilegal, miraba desconcertado y parpadeaba como si estuviera sorprendido, por un
momento olvido a su presa y lleno de rabia grito: -¿qué tiene de malo?
Como si aquel pequeño
animal comprendiera mi intento de salvarlo, se puso apresto y corrió como nunca
pasando entre las piernas de su agresor, quien anonadado veía como su próxima
cena escapaba, de nuevo empezó la persecución, pero ya con un ventaja para el
animal, quien aprovecho los últimos rayos de luz para correr directo hacia la
orilla del rio y sumergirse sin pensarlo en el, nadaba tan rápido como corría,
yo no lo podía ¡creer!
Dispuesto a no darse por vencidos los perros también se
lanzaron al agua, mientras el cazador desde la orilla empezaba dispararle al pequeño punto donde se
encontraba el animal, pensé para mi mismo que lo atraparían de nuevo, pero
instintivamente el agutí se agacho y clavo a nadar del todo, sin dejar rastro
alguno en la superficie del agua, pasaron cerca de treinta segundos
angustiosos, no podía de dejar de mirar desde
mi balcón esperando a que volviera a salir a tomar aire, mmm creo que
ese mismo pensamiento tenía el chico con su arma empuñada lista para acabar con
el apenas saliera, pero extrañamente no salía, pasaron otros 20 segundos, y...
Me alegre cuando vi que aquel hombre bajaba su arma, y de un silbido llamo a
sus canes, los cuales dieron media vuelta desilusionados, había que volver a
casa, ya era de noche.
Aun al ver alejarse del lugar a aquel trió, mi
mente y corazón seguían pendientes del rio, me resistía a creer que el “chico”
se había ahogado tratando de escapar, sería una forma ilógica de morir, pero de
repente alcance a distinguir como al otro lado del rio, en la orilla una sombra
negra salía y se revolcaba secándose entre el pasto…al fin lo vi bien, estaba
libre y volvía a revolotear aquí y ¡allá!
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